Gastropología: lo Real frente a lo Promocional o la Construcción Narrativa del Restaurante.
- Sergio Gil
- 11 oct 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 25 jul 2023
Puede que la primera pregunta, que un antropólogo debe hacerse ante una problemática, sea ¿Qué función tiene aquello que investigo?, aspecto de aparente evidencia que conforme avanzamos en los detalles se va complicando, precisamente por la complejidad de funciones que tiene el dar de comer y de beber a sujetos que se encuentran en una estricta negociación identitaria, cuando no, en una multi negociación vital.
Apuesto a que la segunda cuestión antropológica debe ser (la que trata este artículo) ¿cómo se explica un fenómeno así mismo?, es decir ¿cómo se presenta una realidad a los demás? De primeras parece fácil, pero el tema es peliagudo, sobre todo cuando no existe la coincidencia exacta entre los aspectos funcionales y los constructos explicativos; cuestión que siempre acaba afectando la credibilidad de la oferta, las dinámicas de los equipos y la confianza inversora. Por lo que compete a Gastropología, el Restaurante, y en menor medida también el Bar, debe ser un cuerpo sólido, sumamente coherente, consciente de que no es exclusivamente un escenario sino que además debe ser el propio argumento de la experiencia.
Aquí radica, pues, la clave de nuestra puesta en escena empresarial; que no es más, pero tampoco menos, que la construcción de espacios en los cuales pueda fluir la necesidad de los clientes junto con el acierto de nuestros estímulos.
Una ordenada y clara propuesta de ocio, de prestigio social, de placer atmosférico, de confort espacial, de tranquilidad organizativa, de cuidado personal, de intelectualidad compartida, ahora también de seguridad y de salud. Garantiza la línea de salida, conformando los estabilizadores que asientan cualquier narrativa.
Aquí nos vienen las dudas estratégicas, dudas sobre el momento de decidir qué comunicar y de qué forma. Qué destacar, qué obviar, qué maquillar para ajustarlo al formato marquetiniano, al lenguaje de las redes, a las expectativas de los influenciadores y de los influenciables. Cómo dirigirnos a ese público expectante de fórmulas absolutas, radicales, creaciones a la altura del mundo sofisticado que representamos.
El comensal, el cliente, es alguien que cada vez basa más su poder de elección en cuestiones de contenido moral, de una suerte de ideología de mercado. En este cuadro, con este panorama hiper exigente, dirigir mensajes de contenido promocional sin poder tejer unas coartadas objetivas que los sustenten, es el peor de los errores que podemos cometer. Lo promocional revestido de autenticidad supone un gancho, pero también y por consiguiente un compromiso a ejecutar; que en el supuesto de que no se cumpla, abre una cadena de decepciones, un colapso múltiple del organismo que aparentemente representa.
Nada que hacer una vez evidenciado que lo real ha sido sustituido por lo promocional, precisamente con el afán de colorear las realidades que conforman el cuerpo sólido del restaurante. Pronto veremos a colegas con ofertas secretas sin correspondencia en redes, con una comunicación orgánica del boca-oreja y con limitadores de repercusión. El abuso genera el fraude y el fraude lleva al desencanto.
Sergio Gil
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