¿Por qué le llamo sostenibilidad cuando quiero decir conservacionismo? Una teoría de lo posible
- Sergio Gil
- 21 mar 2024
- 3 Min. de lectura
No conozco a nadie que no se sobrecoja ante la grandiosidad de la naturaleza. Creedme cuando digo que conozco a mucha gente, y además bien distinta entre ella, mi tendencia socializadora es tan productiva como agotadora. Es precisamente por ello, por lo que requiero casi cada tarde una desconexión, un apagado; un reseteo que me proporcione algo de perspectiva. Cuando estoy en el campo paseo alrededor del Mas de Casetes en el Matarraña, cuando me toca Barcelona u otro destino urbano, lo que me reconforta es acudir al bar de abajo.
Digo que no conozco a nadie que permanezca indiferente ante la belleza de un paisaje natural. Un entorno que parezca ausente de intervención antrópica nos conecta de forma inmediata con el mundo y lo hace justamente por presentársenos como algo inalterado, es decir intacto. Es eso precisamente lo que le da un valor infinito, incluso superior a cualquier proyección material que podamos ambicionar. Superior a cualquier situación donde el lujo nos posicione como triunfadores ante los demás. Digamos que el lujo va hacia fuera y la conexión con la naturaleza va hacia todos lados.
En este hilo argumental me atrevo a sugerir que la mayoría estamos predispuestos entonces a conservar lo que nos resulta bello y por lo tanto nos satisface. Esto es bajo mi perspectiva lo que más sentido da a reconocer las prácticas de sostenibilidad como un negocio virtuoso en sí mismo, que por el mismo hecho de serlo debería valorarse tanto o más que cualquier otra consideración o ventaja de carácter personal, empresarial o familiar.
Pero, ¿y qué es ser sostenible, o en qué se está convirtiendo esto de la sostenibilidad? Pues parece que como todo lo que puede acabar vendiéndose, la sostenibilidad es ahora un producto publicitario. Una categoría diferencial adquirida por algunos (los menos), que proyecta su causa como la más atractiva del mercado, dando superioridad a quienes mejor enarbolen la bandera verde en las plataformas de impacto.
Pues si esto va a ir por ahí, si la sostenibilidad no es más que una categoría de cierta élite que accede por recursos o reconocimientos interesados, ha llegado el momento de hablar de conservacionismo como referencia y hablarlo también en clave también sectorial, desarrollando sus potencias y sus particularidades.
¿Pero que es esto del conservacionismo? Pues podíamos definirlo como una actitud de quienes conceden a la protección de la naturaleza y del medioambiente un valor fundamental. Es entonces, ahí donde voy a parar. Participo de esta idea y propongo desde la presidencia de FUNDACIÓN RESTAURANTES SOSTENIBLES que sean los que tienen esta actitud conservacionista los que dirijan las políticas de sostenibilidad de todas y cada una de las grandes empresas de nuestro sector, de todos y cada uno de los bares, restaurantes y hoteles independientes de nuestro país, de el conjunto de la restauración organizada y de la colectiva.
Deberían ser profesionales que conocen desde dentro el sector, los agentes del cambio en la toma de decisiones, personas sensibles y formadas con actitud proteccionista de este entorno que nos lleva a transcender cuando lo podemos disfrutar. Eso no está para nada reñido con el crecimiento o el beneficio sobre el trabajo que es un derecho adquirido y que supone un motor para la sociedad, en tanto en cuanto permite avanzar en el cuestionamiento de status quo y supone un acicate por estar alimentada de cierta competitividad, que resulta necesaria para la superación de dificultades.
Preservar la biodiversidad, los entornos naturales, la vida salvaje, es por lo tanto una acción económica de primer nivel, siempre que se tenga un plan. Lo es porque su resultado supone permitir el contacto con ese binomio que sugiero de BELLEZA/TRANSCENDENCIA que podríamos contemplarlo como medidas de salud social. Un negocio jamás está ajeno a un entorno, pertenece a un ecosistema complejo que insisto debe analizar cual es su situación de conservación y comprometerse con el cuidado para reclamar su protección.
El conservacionismo a diferencia con el ecologismo permite el uso humano y la gestión de los recursos naturales con el fin de obtener beneficios, así como su utilización social y económica en clave sostenible.
George Perkins Marsh , en “El hombre y la naturaleza” (1864) propone un estudio sobre como la acción humana modifica el mundo físico, desde la corteza terrestre hasta la capa más alta de la atmósfera y que es precisamente una obligación en clave de supervivencia cuales son los efectos generales que esto comporta.
El mensaje es claro si la gente no cuida la tierra, la tierra dejará de cuidar de ellos mismos, pero lo peor es que la tierra dejará de cuidar de si misma, imposibilitando la generación de recursos, que hasta aquel momento parecían inagotables y dispuestos por una fuerza superior al servicio del ser humano.
Vamos como si el planeta fuera siempre algo parecido a una boda.
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